
“El Sariri del Ande”
Autor: Oscar Rea López
En el principio, el Todopoderoso Viracocha, Tata Inti, Padre Sol y PachaMama, Madre Tierra, forjaron en los picos más altos de Los Andes un hijo. Así entre cielo y tierra nació Él.
Lucía el color moreno de la miel; los ojos negros como las noches sin luna, al igual que sus largos cabellos; amplio torso y de mirada penetrante poseía los dones de la música y la danza. Se llamaría Sariri, soberano de Los Andes, él sería El SARIRI DEL ANDE.
Conocía la nostalgia, la felicidad y los suspiros del viento que guardó para sus hermanos en una caña agujereada. Su cuerpo era capaz de expresar los sentimientos de su pueblo en los buenos y en los malos tiempos, en la siembra y en la cosecha, en la batalla, en la paz y en el amor. Podía expresar la ternura, la alegría y el fervor de su pueblo viril, un pueblo que se había levantado y se había convertido en muchas naciones, de oriente a occidente, desde las tupidas selvas, pasando por los paisajes color aguayo, hasta las más altas montañas de nieve que parecían alcanzar a Padre Sol.
Una mañana se levantó al sol naciente y por el horizonte vio llegar extraños barcos de hierro, de allí bajaron hombres sanguinarios, hambrientos de odio y poder... Buscaban ORO.
Todo lo arrasaron, todo lo quemaron, lo torturaron y lo mataron. Un espantoso genocidio había envuelto a los pueblos libres hijos del Sol y la Tierra.
Sus hermanos sufridos, torturados y muertos por la espada sanguinaria del invasor, sus hermanas violadas, sus hijos e hijas arrebatados y abandonados a su suerte... los que no morían eran condenados al hambre y a las enfermedades que nunca habían conocido. La codicia del hombre blanco no tenía límites... entraron en los templos de Padre Sol, y desvalijaron todo... no dejaron ni un gramo de oro en donde Padre Sol podría reflejarse.
Al ver tal atroz tragedia el Sariri bajó de la montaña con el pecho inflamado de ira... su Madre, PachaMama, lo detuvo...
- Sí mueres, todo abrá terminado...
Comprendió que si acaso sucumbía ante la violencia del extranjero, el saber de su pueblo moriría con Él. Apretó los puños y desvió la mirada, la tristeza llevaba los colores de sus ojos y las penas bailaban con Él en su corazón.
Los Dioses decidieron que abandonara Los Andes para salvaguardar a su pueblo, su saber y su cultura, lejos de aquellos que habían llegado ciegos de ambición y poder.
Poncho y ll’uchu tejidos con hilos de oro y alpaca fue el regalo de los Dioses. Su Madre, con los ojos llenos de lágrimas y la voz quebrada, abrió un sendero y se despidió de su hijo. El Sariri del Ande dejó su tierra, a su gente y a su hogar. Llevando consigo la música y la danza de los pueblos más antiguos del Abia Yala, partió sin mirar atrás para no arrepentirse, acompañado por su amigo Wayra (el viento), bajó de la montaña y huyó...
Cuenta la leyenda que un día Él volverá con el recuerdo de los paisajes color aguayo a reencontrar a su pueblo. El Sariri volverá a Los Andes a devolver los sueños y alegrías a los pueblos libres hijos del Sol y la Tierra…